Es fácil sentirse triste y deprimido, cuando alguien te ofende y atenta contra tu integridad moral y espiritual. Sin embargo, nuestro Señor Jesucristo, nos ha ordenado que perdonemos a las personas que nos lastiman y hieren.
Así que te invito a que pongamos en práctica este mandamiento. Recuerda que nuestra lucha no es contra carne ni sangre; sino contra principados y potestades, por lo tanto, cuando veas que alguien te ataca, lastima o agrede de alguna forma: primeto tranquilizate, después busca una salida pacífica, lleva el asunto a las autoridades; si es necesario y sobre todo, ten paciencia.
Ahora, no te estoy diciendo que permitas que todos te ofendan; sino que tomes una posición correcta ante las adversidades y des lugar a la ayuda y justicia de Dios. Ten por seguro que tarde o temprano la ayuda vendrá para ti y el Espíritu Santo te honrará frente a tus adversarios. No desmayes. No te desalientes. No permitas que las situaciones negativas te envuelvan y hagan de ti lo que no quieres. Espera en Él y Él hará.
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